sábado, 7 de mayo de 2011

Matorral xerófito

Comprende las comunidades arbustivas de las zonas áridas y semiáridas de la República Mexicana.
Con clima seco estepario, desértico y templado con lluvias escasas. Su temperatura media anual varía de 12 a 26 ° C.
Su flora se caracteriza porque presenta un número variable de adaptaciones a la aridez, por lo que hay numerosas especies de plantas que sólo se hacen evidentes cuando el suelo tiene suficiente humedad.
Entre las especies más frecuentes en sus matorrales están: Mezquital, Sahuaro o cardón, chollas, copal, matacora, ocotillo, y diversos tipos de matorral: Matorral de neblina, el Matorral desértico micrófilo, el Matorral desértico rosetófilo, el Matorral espinoso tamaulipeco, Matorral submontano y Chaparral. El Chaparral está constituido por especies arbustivas y arbóreas que difícilmente sobrepasan 12 m de altura, como manzanita y Rosa de Castilla.
En conjunto, los matorrales xerófilos, dadas las condiciones climáticas en que se desarrollan, no son muy propicias para las agricultura ni la ganadería intensiva, por lo que no han sido tan perturbados por las actividades antropogénicas, aunque si por la extracción de ejemplares, principalmente de cactus.

Adaptaciones de las plantas:
Algunos ponen huevos muy resistentes a las condiciones de sequedad, los que suelen sobrevivir durante años hasta que se den nuevamente las condiciones de humedad que permitan su desarrollo.
Los pocos anfibios que existen en los desiertos son animales capaces de permanecer largo tiempo en letargo (somnolencia) durante los períodos secos; así, al igual que las plantas e insectos, esperan que llegue alguna lluvia para aparearse y poner huevos. Tal es el caso de la ciclorama, de Australia, que puede permanecer en letargo, enterrada en el suelo, por varios años.
Muchos animales del desierto, como aves y roedores, mantienen reducidas poblaciones y solo se reproducen después de las precipitaciones de invierno, cuando el crecimiento de la vegetación asegura el sustento.
La mayoría de los animales que habitan en el desierto no beben casi nada de agua, obteniéndola del propio metabolismo de los alimentos, como es el caso de los almidones, que al metabolizarse, producen dióxido de carbono y agua, los que les permite vivir sin beber por largos períodos de sequía.

 
Adaptaciones de los animales:
Las plantas, por ejemplo, han desarrollado sus propias formas de conservar y utilizar el agua, como una forma de supervivencia. Puede ser que sus semillas permanezcan en el suelo incluso durante años, hasta que las precipitaciones las mojen y vuelven a brotar. Esto ocurre con el fabuloso desierto florido que adorna nuestro país en años lluviosos, donde las plantas tienen una vida muy corta; es decir, germinan, brotan, florecen, asemillan y mueren en un tiempo muy breve. Otras plantas, como las leñosas, en cambio, desarrollan otras estrategias: o tienen grandes raíces, capaces de alcanzar fuentes de agua a gran profundidad, o las extienden para captar rápidamente la humedad del rocío o las lluvias ocasionales. Normalmente, las hojas de las plantas del desierto son muy pequeñas, facilitando la conservación del agua, ya que su área de transpiración es más reducida.
Quizás las plantas de desierto más conocidas y mejor adaptadas son las suculentas (carnosas), entre las que destacan las cactáceas (cactus), que tienen tallos y raíces carnosos capaces de almacenar agua para períodos críticos. Han perdido sus hojas, disminuyendo al mínimo la transpiración. La fotosíntesis, propia de las hojas, la realizan los tallos, provistos de clorofila, los que además tienen una cutícula cerosa para disminuir la pérdida de agua.

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